Vengo a contar algo que tiene que ver con la escritura, con todos los proyectos que emprendo y rara vez acabo todo sea dicho de paso. Una sensación que me persigue desde hace unos meses, que no podía comprender y que al fin, tras tiempo de reflexión conmigo misma (mientras friego los cacharros sobre todo ¡abajo el lavavajillas!) puedo intentar echarla fuera cual bola de pelo gatuna.
-¿Pero tú no ibas a hablar de escritura y esos menesteres? -pregunta la Mónica del pasado, siempre sonriente.
¿Has escrito ya algo para el Océano Literario? ¿Has leído el libro? ¿Aún estás así? Hoy no has publicado nada. Las visualizaciones van de culo. Nadie te lee. Estás perdiendo el tiempo. ¿Qué haces que no estás con las cosas del Océano?
Y quien dice Océano dice cualquier otro asunto. Empecé a preguntarme si realmente lo que estaba haciendo era por gusto o era una obligación. Y sentí esto último. Algo que me horrorizó demasiado, tanto como para llegar a la destrucción del Océano. Porque sí, aunque nadie me obligaba, yo lo sentía así, como "has creado esto, ahora ponte a trabajar en él". Creí que sería buena idea hacer un sitio más pequeño en donde subir las reseñas de los libros que iba leyendo, pero ¡sorpresa! Me ha vuelto a pasar lo mismo. No disfruto leyendo, es como si viviera para el algoritmo. Lo cual me parece descabellado, quiero leer porque me gusta leer. Quiero disfrutar leyendo, no pensando en cómo voy a escribir la próxima reseña. No quiero estar pensando cada vez que leo, quiero poder incursionar en la historia sin buscar errores de trama o de estilo.
Llegué a una conclusión muy verdadera: haces demasiadas cosas a la vez Mónica del presente. Y ya saben el dicho: el que mucho abarca, poco aprieta. Creo que es tan cierto que no sé como no me lo he tatuado ya en alguna parte del cuerpo. Editando una novela, haciendo un curso de corrección de no sé qué y esperando por otro de desarrollo de videojuegos (¡ya ves!), pensando en crear un blog de antropología, proyectos de investigación, meterme en el nanowrimo con una historia sin preparar, gestionar el Twitter, el Facebook, el Instagram y no solo los míos sino los de una banda de música... Tocar el piano, aprender a componer canciones, hacer un taller de escritura gratuito para escritores, publicar el libro de marketing, montar una antología de alguna temática en particular, escribir una novela en gallego, escribir post para la web principal (esta) cuidar de la casa, del gato, hacer la compra, cuidar del novio, descansar...
Está claro que lo que no he sabido hacer en toda la vida es organizarme. Siempre maravillada por como otras personas conseguían finalizar lo que empezaban o podían estar haciendo una única cosa al mismo tiempo y tan felices. Antes, y si no que lo diga la Mónica del pasado aquí presente, pensaba que no podía hacer solo una cosa sin aburrirme, es decir, creía que si me ponía solo a editar (por ejemplo) me iba a amargar y no podría continuar adelante. Hoy día, serán los 35, creo que lo mejor que se puede hacer es acabar una cosa y luego comenzar con la otra. No dudo de que se puedan gestionar varios asuntos al mismo tiempo y que se llegue a ser productivo, pero en mi caso he llegado a un punto de saturación tal que me he tenido que replantear: ¿qué demonios estás haciendo con tu vida?
Con la Mónica del futuro tuve la charla más seria. He estudiado una carrera y me he graduado, mi intención principal es descansar este curso de los estudios, en la medida de lo posible, y matricularme el próximo curso (si todo va bien) en el máster de Antropología. Quiero seguir estudiando, maldita sea, aunque ahora no sea el momento porque no me sentía capacitada a seguir después del mal trago que me supuso el trabajo de fin de grado.(trago-grado-trago-grado). Quiero dedicarme a lo que he estudiado, escribiendo libros, investigando, llevando a la antropología al lugar que se merece (utopía spoiler) y eso solo lo podré conseguir si me centro y no me disperso como mantequilla untada sobre pan caliente (a lo Bilbo Bolsón).
Poner en orden mis ideas me parecía fundamental. Dejarlo por escrito también. Quizá ayude a alguien o no. No me importa si esto no lo lee nadie. Pero creo que hoy en día todos estamos demasiado preocupados por compartir lo que hacemos (escribimos en este caso) y que nos lean. Ya no se sabe para quien escribimos, ¿para nosotros mismos? ¿para el vecino? ¿por un like? Recuerdo la Mónica del pasado ingenua, con su blog en el que ponía sandeces y ¡lo feliz que era! Ahora parece que tenemos que vivir adecuando cada palabra, cada gesto, cada respiración a lo que el mundo se supone que espera de nosotros.
Abogo porque cada cual haga lo que más desee internamente. A veces no es fácil discernir qué es sobre todo cuando te gustan demasiadas cosas o no sientes clara una vocación. Tampoco se trata de ser, sino de estar, de estar en paz, en calma, sin agobios o con los mínimos posibles, disfrutando de todo cuanto venga...
Siento que estoy en un momento trascendente de mi vida, que ni siquiera puedo contar a nadie por miedo a no saber explicarme o más bien a que no me entiendan. Son las 18:36 creo que me voy a merendar.