Yo soy yo, me solía repetir a mí misma frente al espejo. ¿Quién si no iba a ser? Parecerá una tontería, pero así es, cuando me miraba y me cercioraba de ser yo misma, me sentía tranquila y a salvo. Lo cierto es que Mónika Feren es un pseudo pseudónimo porque aunque Mónica es mi verdadero nombre, como autora lo escribo con K (a lo alemán, vete tú a saber por qué) y Feren es la unión del inicio de mis dos apellidos FERnández y ENríquez.
No sabría por donde empezar a contar quién soy ni tampoco sé con seguridad qué esperas encontrar aquí. Muchas personas tienen facilidad para hacerlo «soy escritor de esto y lo otro» «he publicado aquello y lo de más allá» «vivo en tal» «soy pascual» y así. A mí nunca me han gustado las biografías, además de escasas me resultan una tarea titánica. Presentarse al mundo no es cuestión baladí.
¿Y si empiezas por el principio? De verdad que te encanta complicarte la existencia.
Soy gallega y siempre he vivido en un pequeño pueblo de la provincia de Ourense, bueno en realidad también en la ciudad cuando era pequeña, pero tampoco voy a realizar una autobiografía, así que sin formalidades. Ahora mismo estoy a punto de cumplir 39 años (2024) así que nací en 1985.
Poco recuerdo de mi infancia en sí, siempre considero que la mayoría de recuerdos son solo anécdotas que nos han contado y nuestro cerebro se ha encargado de aumentarlas con el paso de los años. Me gustaba mucho leer desde que aprendí a hacerlo, mi padre dice que en los bares leía los periódicos en voz alta. En la escuela mi profesora me daba pesetas por escribir bien las letras y yo era feliz.
Sobre todo, era eso: FELIZ. Inocente, mágica, pequeña como un botón, una niña muy despreocupada que se contentaba con cualquier cosa. Los primeros libros qué recuerdo leer (o que me leyeran) son los de la colección de Disney con sus correspondientes casetes naranjas. Libros ilustrados.
Supongo que en el colegio también leía, sin embargo, solo me viene a la mente «El pequeño Davirón» una lectura de primaria. No tuve un acceso fácil a libros (si exceptuamos la librería del colegio) e imagino que de haberlo tenido mi vida habría sido también distinta.
Empecé a imaginar historias antes incluso de escribirlas, según mis recuerdos difusos a partir de los 12 o 13 años. Diría que mi gusto por contar historias llegaba gracias a mi hermana y su entusiasmo por inventar e imaginar. Resultaba tan convincente que los personajes que ella creaba existían de verdad en mi mente (el oso de peluche se convertía en un oso triste que tenía que irse, la niña Aurora se había caído de la torre del castillo) Pasar parte de la infancia en un pequeño pueblo (con torre incluida) y calles llenas de misterio, animó mi ansia investigadora y escritora. ¡Cuánto nos gustaba una buena historia! Y de terror. Porque no teníamos libros, pero sí vimos muchas películas. ¡Ay, aquella Pesadilla en Elm Street que terrores me producía! Y encima tenía terrores nocturnos, (¿por qué sería😅?) me despertaba gritando por la noche asustando a toda mi casa.
Creamos un programa de radio grabando en un radiocasete con cintas. «Radio Dúo Calavera» el pódcast de la época. Quizá si hubiésemos nacido más tarde seríamos youtuberas o twicheras. Entonces solo se hacía por el gusto de hacerlo. Escribíamos guiones de cómo serían los programas. Inventábamos entrevistas para personas imaginarias (porque éramos nosotras mismas ja, ja, ja) y cantábamos mucho también ❤️ las canciones de los dibujos y los anuncios de la tele. Cualquier cosa que alimentara nuestra creatividad.
Mi imaginación desbordante apareció desde esos primeros momentos creativos en la niñez. Escribir y leer me fascinaba. Lo primero podía hacerlo, lo segundo no tanto, ya que en mi casa no había recursos para comprar libros. (Entonces lo gratis y digital no estaba al alcance)
Escribí un amago de novela con 13 o 14 años, en una libreta y con un bolígrafo: «Tommy, el que nunca duerme» inspirado por una historia del programa Impacto Total donde una persona se electrocutaba en una torre de alta tensión. Solo fueron unas treinta páginas, llenas de errores y faltas, por supuesto. Tommy se quedaba en coma y en «el otro lado» se transformaba. Esa obsesión por el más allá siempre me ha acompañado.
Más adelante, basándome en una historia real que mi hermana me contó (otra vez mi hermana por aquí) empecé a escribir «Revilhan: El Pueblo»:
Cuando comencé a escribir "en serio" fue en 2006, influenciada notablemente por mi querido maestro.
Las lecturas que más tenía a mi alcance eran novelas de Stephen King y como el terror y sobrenaturalidades varias ya me fascinaban al leer a King aún lo reafirmé más. Quería escribir mi propia novela de terror. Y ahí se quedó, abandonada 🥹 Más adelante empecé otra de fantasía/ciencia ficción para enviar a una editorial que decía que valoraba tu manuscrito. ¡Ah, qué inocente era entonces! Pero no puedo estar escribiendo sobre todas esas historias que un día empecé y que jamás terminé porque si no estaríamos todo el día. (Aquí podéis conocer más sobre ellas, las eternas olvidadas)
Como fuera, conseguí terminar unos relatos y montar una antología que publiqué en 2015 en CreateSpace (ahora comprado por Amazon) Sueños de otro mundo, que más tarde se convirtió en el primer volumen y dio paso al segundo (en 2017)
He ido aprendiendo mucho de la escritura, sobre todo leyendo y más que nada, analizando. Porque considero que el análisis y la reflexión es la base de cualquier asunto en esta vida. Antes pensaba que podía escribir sin planificar nada, y claro que podía hacerlo, pero después la fase de corrección (si es que alguna vez llegaba) era un mar de lágrimas y frustración. Hacer que todo encajara de una manera coherente, no tener prisa por publicar, dejar descansar la historia, corregir una y otra vez... eran cuestiones que me costaban un mundo. Fui aprendiendo a ser paciente. Y también a tener un plan. A pensar sobre esa idea que aparece por la mente, pensar, pensar, pensar... Desarrollarla sin prisa, pero sin pausa. Comprendí y acepté críticas, de hecho mi mayor crítica sigo siendo yo misma. Todo eso me permite mejorar poco a poco en mi escritura.
Quisiera poner punto y final a todas esas primeras historias que nacieron (y que tendré que reescribir porque mi forma de escribir ha cambiado) sin embargo, nuevas historias surgen. Tal es el caso de «El reino de Cartón». Ahí está publicada y planeando su segunda parte... No estaba en la carpeta de novelas por escribir. Solo surgió.
Lo mismo me ocurrió con una idea para una novela que no tiene nada que ver con lo que haya escrito antes y que ahora mismo está en caminos inexplorados (pendiente de actualizar según lo que ocurra) Juro que volveré aquí a escribir qué fue de esta novela tan especial.
En 2023 escribí y publiqué Ciudad Gris, una novela en la que desenterré a un personaje de lo más profundo de mi mente: Leo Nakamura. La trama se basa en un futuro no muy lejano donde las ciudades están contaminadas a un nivel muy elevado. A todo esto, varias organizaciones poderosas se dedican a hacer experimentos ocultos. Y es tras un experimento fallido cuando comienzan a ocurrir «cosas».
Y ahí voy, navegando por un cerebro lleno de ideas, incapaz de llevarlas a buen puerto (al menos la mayoría siguen a la deriva)
La antropología social y cultural (soy antropóloga o eso dice mi papel) me enseñó a tener un pensamiento muy crítico, más crítico del que ya tenía, todo sea dicho, lo cual me ha ayudado en mi faceta de escritora. Creo que siempre se puede seguir aprendiendo, aprendiendo a escribir, a escuchar, a leer, a valorar y crecer.
Quizá algún día siga escribiendo en esta entrada y contando más detalles sobre mi persona. Pero hoy no es ese día...
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