Cute Black Pencil Día 211 de 365: Publicación CIUDAD GRIS Julio 2023 • Prólogo y primer capítulo

Día 211 de 365: Publicación CIUDAD GRIS Julio 2023 • Prólogo y primer capítulo


El #ProyectoNakamura que se convirtió en #ProyectoParaboloide y después en CIUDAD GRIS ya está finalizado y publicado en Amazon, participando ya en el Premio Literario Amazon 2023.

Inicio escritura primer borrador: marzo 2023

Fin primer borrador: mayo 2023

Edición: junio 2023

Segunda edición, corrección, maquetación y publicación: julio 2023

Finaliza julio... No puedo creer que haya logrado mi objetivo, lo mío me ha costado, no voy a mentir. Ha sido un camino de felicidad y también de incertidumbre, de cambios de opinión, de desesperación y preguntas. Todo comenzó a principios de este año, entonces estaba felizmente dispuesta a escribir una novela juvenil de fantasía y aventura «O tesouro das gárgolas» en gallego, para enviar a la editorial Galaxia. Bueno, esa es la idea que había elegido como prioritaria en ese momento. Como dije en esta entrada sobre los procesos creativos y escribir un libro, lo primero que hago como escritora es decidir qué voy a escribir. Cuál idea de las que tengo por ahí abandonadas es la que pasará a primer plano.

Siento que esta entrada va a ser un poco larga, pero si te quedas hasta el final podrás leer el prólogo y el primer capítulo de Ciudad Gris, una recompensa a esa ansia lectora que te acompaña. 

Así que a principios de año, mientras enviaba La ventana de Nora a buscar casa, empecé a pensar sobre esa historia juvenil y fantástica. Enseguida se me ocurrieron miles de ideas, como siempre me pasa. Podría parecer una bendición, pero en ocasiones tal marabunta de pensamientos impide avanzar hacia algún lugar seguro. En marzo ya estaba pensando en dejarlo, ¿y si acaso me estaba obligando a escribir algo que no me apetece? Me preguntaba. Tengo la certeza de que solo era míster cerebro poniendo un pie sobre la mesa, me aburro, decía cansado. 

La escritura ya no fluía, todo me parecía una mierda, así es. El narrador no me cuadraba, los personajes me apestaban. (En realidad, me faltaba estructurar más las ideas, es todo) Lo que ocurrió es que pronto empezaría el plazo para el Premio Literario Amazon 2023 (ese mismo al que quise acudir el año pasado y no fue posible, también el año anterior...) Tenía clavada esa espina y debía hacer algo. Míster cerebro se mostró de acuerdo, claro, sí, dame una novedad, déjame pensar en ideas nuevas, ¡cómo me divierto! Y así fue, decidí elegir una de las tantas historias que esperan su turno en la carpeta de ESCRITOS MÓNIKA FEREN, que más bien debería llamarse, locuras Mónika Feren.

En abril me impuse escribir todos los días y casi lo logré, batallando con míster cerebro que a veces se resistía, ay, Mónika, hoy no me apetece, ¿por qué no te pones a hacer otra cosa? No sé, ¿no querías grabar algún vídeo para YouTube? ¡Escucha, tengo algunas ideas! ¡Escucha! ¡Escúchame! Pero yo constante a más no poder, volvía al documento a escribir. 

A finales de mayo el primer borrador estaba listo gracias a esa constancia (y no a míster cerebro, precisamente) 

Junio lo dediqué por completo a la edición de ese primer borrador, corta, pega, escribe y reescribe. Con la ayuda de mi querida lectora Alfa💌, la única a la que pude recurrir porque no quedaba mucho tiempo. El plazo para la presentación al Premio Literario Amazon es hasta el 31 de agosto, pero yo quería publicarlo en julio, porque agosto es de vacaciones y porque además pensé que debería estar publicado antes de que llegara ese plazo. Bien.

Julio. Aquí estamos. Míster cerebro y yo hemos llegado al final del camino. Tras la reedición, corte, pega, reestructura, corrección, maquetación y publicación de Ciudad Gris. Debería estar muy feliz y lo estoy. Quizás no tan entusiasmada como en esas primeras publicaciones. Me siento cansada, escribir me divierte, no podría vivir sin escribir, aunque fuesen unas palabras como estas que lees, pero ha sido agotador, no lo niego. El resultado me encanta, e incluso así siento que quiero alejarme de la historia durante un tiempo. Yo también. 

Pero, ¡ah! Falta una parte importante del proceso creativo de escribir un libro, la promoción. Entonces me pregunto, ¿para qué escribiste esta novela? Para presentar al Premio Literario Amazon y eso ya lo he conseguido. Debería relajarme, hacer aerobic, lo que médico irlandés le recomendaba a Leo Nakamura, protagonista de Ciudad Gris 😁 

Y eso es justo lo que voy a hacer. En esta entrada, de repaso a julio y reflexiones, dejaré el prólogo y el primer capítulo de Ciudad Gris para quien quiera leerlo. De antemano me gustaría agradecer a todas las personas que le darán una oportunidad a esta historia que ni siquiera puedo catalogar firmemente, ¡qué raro! Thriller de acción y misterio, un poco de ciencia ficción, cyberpunk… 

Nos vemos en la siguiente página del cuaderno🗒️ 


SISTEMA DE RECOPILACIÓN DE DATOS AyA

[Acceso autorizado al sistema de gestión de informes clasificados de la Corporación Tres Picas]

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EXP-1500-010

EXP-800-nKF

EXP-2031-001

EXP-438-PN

EXP-2031-002



[Desplegando informe EXP-2031-001. Manténgase a la espera. Mientras puede disfrutar del último éxito musical: Chica Patinete, de AilasoR]

El Experimento EXP-2031-001 se llevó a cabo para investigar los efectos del objeto clasificado XNR19, denominado Paraboloide al exponerlo al aire libre. La investigación sucedió de manera controlada en las Afueras Verdes, situadas en Ciudad Gris. El informe presenta los resultados obtenidos, el análisis correspondiente y las conclusiones derivadas del experimento.



Precedentes

El objeto XNR19 fue encontrado por la partida de investigación Romeo25, perteneciente a la corporación Tres Picas. El objeto se hallaba encapsulado en una caja de cristal hermética, en las Ruinas Épsilon, en aguas abisales a cinco mil metros de profundidad, al oeste de la también llamada hace años, Fosa de las Marianas.

Aviso: La zona está catalogada de alta actividad telúrica. Los instrumentos de medición pueden fallar.

El objeto XNR19 fue recuperado y puesto a disposición del laboratorio principal de la sede Katana, en Tokio. Posteriormente, el objeto, en adelante Paraboloide, se trasladó al Estadio, laboratorio de la corporación Tres Picas, para su investigación con técnicas avanzadas. 

Los resultados obtenidos no fueron concluyentes hasta el EXP-2025-75.



¿Desea leer el informe completo del EXP-2025-75?

No

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[Resultados del EXP-2025-75]

Tras la activación fortuita del objeto Paraboloide junto al otro objeto, en adelante Medallón, el científico que lo manipulaba aseguró encontrarse indispuesto. 

Atención: no existen evidencias comprobadas de la veracidad de las palabras del científico.

Días más tarde contó a sus compañeros de turno que sentía gusanos gigantes recorriendo el interior de sus venas. Se procedió a un análisis completo…



[***ERROR DE LECTURA***]

[No tiene suficiente autorización para acceder a este recurso. Para leer el informe íntegro necesita un inicio de sesión de nivel cinco]

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[Volviendo al informe del EXP-2031-001]

[Accediendo]

[Se presentan varios experimentos en relación con el informe que desea consultar. Para una mejor compresión, se aconseja una lectura en profundidad]

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[Elaborando resumen. Espere. Recuerde, que como inteligencia artificial de capacidad aumentada, me está permitido grabar esta sesión para mejorar la recopilación de datos. Gracias por utilizar AyA, su inteligencia artificial de confianza]



[Resumen concluido. La interpretación errónea de este resumen podría llevar a conclusiones precipitadas. Absténgase de utilizar esta información como algo cien por cien verídico]

Los experimentos C1, C3, C5, C9, C10, E15, E25 concluyeron que el Paraboloide en conexión con el Medallón, tiene ciertas capacidades para influir en las células animales. La exposición al Paraboloide consigue, con un grado de acierto del treinta por ciento, que pequeños animales de laboratorio, sigan órdenes sencillas.

Los experimentos V25, F15, F25, F60 demostraron que la protección con polímeros plásticos impermeables como el polipropileno, protegen a las personas de la radiación emitida por el Paraboloide.

[Atención: no se ha demostrado cuál es la composición exacta de la sustancia, ondas o radiación. ¡Peligro! No utilizar en entornos no controlados]

Los experimentos F65, I200, L56, EB1, EB2, EB3, EB4, EB5 evidenciaron que el Paraboloide es capaz de controlar mentes humanas. 

Atención: No se han llevado a cabo suficientes pruebas para conocer los efectos a largo plazo.

[Fin del resumen]

[Volviendo al EXP-2031-001…

Introducción

Precedentes

Metodología

Pasos realizados

Resultados

Conclusiones

[Abriendo Resultados…]


El grupo experimental expuesto al Paraboloide mostró comportamientos desiguales.

Se observó una mayor cantidad de sujetos con tendencias agresivas, incapacidad de controlar sus instintos primarios, alteración de las capacidades cognitivas, aumento de la psicosis colectiva…

[Datos corruptos, imposible lectura]

La exposición en el grupo experimental de flora y fauna no es concluyente. Los animales sufrieron mutaciones genéticas imprevistas. La flora sufrió mutaciones genéticas imprevistas.

El análisis de los resultados sugiere que el Paraboloide tiene un efecto negativo sobre las personas con algún problema mental previo…

[Datos corruptos, imposible lectura]


Se especula que la radiación arrojada por el Paraboloide podría anular voluntades, producir mutaciones y alteraciones físicas, incrementar o disminuir la inteligencia, alterar la conducta. Se requieren investigaciones adicionales para comprender en detalle estos mecanismos. 

El resultado del experimento no es relevante, debido a la falta de control…

[Datos corruptos, imposible lectura]

[Se incluyen otros datos no oficiales de los resultados]

¿Leer?

No

[No tiene suficiente autorización para acceder a este recurso. Para leer datos no oficiales necesita un inicio de sesión de nivel cinco]



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Conclusiones


Basándose en los resultados y análisis presentados, se concluye que el Paraboloide tiene un impacto significativo en las personas, la flora y la fauna expuesta. El radio de acción es de cinco kilómetros desde el epicentro del experimento. 

No se han observado daños ni efectos en una distancia superior. La exposición a la sustancia emitida por el Paraboloide parece no afectar a algunas personas por causa desconocida… 

[Datos corruptos, imposible lectura]

[Se recomienda realizar más investigaciones para profundizar en este supuesto]

No es contagioso por aire ni por contacto físico entre personas afectadas. 

[Se recomienda realizar más investigaciones para profundizar en este supuesto]

El efecto se desvanece con el paso de las horas. Tiempo total por determinar, inconcluso…

[Datos corruptos, imposible lectura]

[Se recomienda realizar más investigaciones para profundizar en este supuesto]

[Recomendaciones de seguridad]

Dado el nivel de clasificación del informe, se deben seguir las siguientes recomendaciones de seguridad:

Restringir el acceso al informe únicamente al personal autorizado y vinculado a la investigación.

Mantener la confidencialidad de la información contenida en el informe y evitar su divulgación no autorizada.

Implementar medidas de seguridad física y digital para proteger la integridad y la confidencialidad del informe.

[Clausura]

El informe del Experimento EXP-2031-001 ha sido concluido y documenta los resultados, análisis y conclusiones derivados de la investigación sobre los efectos del Paraboloide en las personas, la naturaleza y el ambiente. Cualquier solicitud de acceso a este informe debe seguir los procedimientos establecidos por la Corporación Tres Picas.

[Fin del informe EXP-2031-001]


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EXP-800-nKF

EXP-2031-001

EXP-438-PN

EXP-2031-002



[Abriendo informe EXP-438-PN. Sujeto de experimentación número 438]

[No tiene suficiente autorización para acceder a este recurso. Para leer el informe completo EXP-438-PN necesita un inicio de sesión de nivel diez. Puede ver algunas conclusiones]

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Conclusiones

[Se muestran datos aleatorios de los resultados. Alta probabilidad de error]

Sujeto de experimentación número 438 en PN, sede Katana. Clave de referencia: Vida Mejorada. Infiltrada sustancia XNR20 con éxito. Responde al tratamiento y órdenes sencillas. Efectos a largo plazo comprobados al 80%.

Activación de capacidades, memoria aumentada, niveles de observación y concentración en niveles elevados. 

Éxito.

Compatibilidad con objeto gemelo XNR19...

[***ERROR DE LECTURA***]

[Se ha detectado una quiebra en la seguridad de datos]

[Comunicación establecida con agentes del orden]

[El inicio de sesión se cerrará en cinco, cuatro, cuatro, cuatro, cuatro, cuatro, cuatro




1. Leo Nakamura


Cuatro veces. El cristal se movió al compás de los picotazos. Cuatro nada más. Cadencias de un minuto de descanso y vuelta a empezar. Pic, pic, pic, pic. Los segundos pasaban entre picotazo y picotazo, justos, exactos, sesenta segundos de espera y de nuevo, pic, pic, pic, pic. Nakamura mientras, dormía el sueño de los justos o tal vez el de los injustos, una de dos. El pájaro continuaba con su letanía de todas las mañanas. Cuatro picotazos al cristal y la espera.

Se había quedado dormido en la cama de dos por dos, más grande que su propia desdicha. Las sábanas estaban enredadas en el cuerpo atlético y fibroso, desnudo, excepto por una camiseta de asas negra. La almohada, vieja y ruinosa, sobrevivía de casualidad al mar de babas acumuladas durante las pocas horas de sueño. Nunca era suficiente. Las pesadillas y su mejor amiga, la migraña, impedían un feliz descanso. Giraba a cada rato, escondiéndose de esos fantasmas que tocaban a la puerta onírica. Llegaban y se iban casi sin avisar. Nakamura tiró de la sábana e intentó colocarla para dormir un poco más. Unos minutos. Una tregua.

De fondo escuchaba a Cuatro, la urraca que no se apartaba de la ventana por las mañanas. Su ritual de picotazos constantes seguía. El reclamo del desayuno. Pic, pic, pic, pic. Descanso, un minuto y vuelta a empezar. ¿Se cansaría en algún momento? Tenía que ponerle comida. Esa visita alegraba sus días, la necesitaba y ella a él. Sin embargo, cuando llegó de madrugada  no recordó al pájaro de plumaje negro y blanco, ni a su picoteo despertador, tan solo fue capaz de poner a cargar el móvil agonizante, con un dos por ciento de batería. 

Las personas no podían cargarse de ese modo. Ojalá, sería tan sencillo.

Cuatro de la madrugada, cuatro picotazos, la urraca Cuatro. 

Al menos ella sonaba ahora energética, sin necesidad de una carga artificial. Esperando la comida, con una paciencia que Nakamura ya no recordaba.

Ahí estaba. El dolor de cabeza, un latido constante como los picotazos de Cuatro, seco y punzante en la sien izquierda. No era ninguna novedad. La migraña lo acompañaba desde pequeño, cuando comprendió el significado de la palabra dolor. Las visitas al médico no servían de nada. Lo reducía a una cuestión: origen psicógeno. Como si eso lo hiciera desaparecer. Son asuntos de las emociones, decía. Una cefalea constante y tensional.

Nakamura, sé que te duele, para ti es real, pero es somático, lo creas tú mismo. Debes relajarte. Hacer aerobic.

Somático. Una palabra mil veces repetidas y que no espantaba al dolor. Las pastillas no lo mitigaban por completo, solo las especiales de Giussepe. El resto no funcionaban. Distintas marcas, distintos formatos, cápsulas, polvos, granulados, comprimidos… Tenía miedo de morir por sobredosis algún día y al mismo tiempo no podía dejarlas.

Relájate.

La voz del médico irlandés sonó de fondo otra vez. Pensar en la muerte no era ningún alivio por culpa de su capacidad para inventar pensamientos profundos. La conciencia vacía, sin nada que pensar y el cerebro apuntando al botón de apagado. ¿Adónde iría? Al menos el dolor desaparecería también.

De vuelta a la realidad, tenía cosas más importantes que hacer. Comienzo del mes de julio y pleno verano. Eso significaba encontrarse al casero fiel tras la puerta en cualquier momento. El casero estaría mirando con atención el extintor colgado en una esquina de la pared del decimoquinto piso, o el surtidor de oxígeno vacío. Todo con tal de no enfrentarse a Nakamura. El extintor y el surtidor no servían para nada, como las visitas al médico, como las pastillas, como el propio edificio ruinoso.

Otras veces el casero no estaba allí, sino en su garita de la entrada. Se creía el dueño del edificio y no era más que un mensajero encargado de recoger las mensualidades de los inquilinos. Un conserje y poco más, aunque los focos fundidos de los rellanos no le interesaban demasiado. Nakamura pagaría cuanto antes. No soportaba ver su cara sarnosa.

El único motivo que lo impulsaba a salir de la cama, además de la insistente urraca Cuatro, era la botella de leche fresca que su vecina Mirta le dejaba los lunes junto al felpudo. De vaca de verdad, o mejor dicho, de dos vacas, Pili y Mili, que comían grandes cantidades de raigrás italiano en las Afueras Verdes. La naturaleza más pura cerca del caos de la Ciudad Gris. ¿Y qué si los pastos estaban contaminados? La leche del supermercado sabía a hormonas en descomposición.

Entre suspiros desenrolló la sábana del cuerpo. El tacto agradable y el olor a suavizante llenó sus sentidos y erizó la piel. Merecía la pena ir a la lavandería de la esquina, abarrotada a todas horas. Las lavanderías eran en el negocio del siglo, según muchos. La ropa daba vueltas en la lavadora, mientras Nakamura entrenaba los músculos en el gimnasio de Cao situado al final de la calle. Dos por uno, aunque últimamente se le daba mejor esperar en otros sitios. El gimnasio le recordaba a tiempos mejores. 

La secadora, con triple potencia, hacía estropicios en la mayoría de la ropa, pero no importaba, un precio ridículo a cambio de la suavidad del suavizante. Por algo se llamaba así. Suavizante que suaviza. Tenía que preguntarle a los dueños qué marca era para usarlo en su lavadora. Esa lavadora que cada vez que centrifugaba amenazaba con irse de viaje por el pasillo. Tal vez se encontraría con los vecinos que subían a la terraza a tender la colada, y charlarían de tú a tú, persona y lavadora, tan entendidos ellos en asuntos de limpieza.

El acceso a la terraza se hacía a través del piso de Nakamura. Habían llegado a un acuerdo para que así fuera. No había mucho que ver allí arriba, salvo sostenes estirados y calzoncillos roídos, toallas llenas de pelotillas y sudaderas inservibles hasta que llegaba la noche. Durante el día siempre hacía calor. Demasiado calor, estrés y agobios.

Relájate. Aerobic.

Las estaciones ya no existían como tal. Solo calor infernal o frío polar. El año se dividía en seis meses en los que querías morirte antes que soportar el calor y seis meses en los que estabas muerto, por congelación.

Pic, pic, pic, pic. Cuatro picotazos más. La urraca no se rendía. Otros días se echaba a volar sin esperar por la comida, sin embargo, estaría hambrienta para insistir tanto. Eso o se había despertado con ganas de fastidiar. Como el dolor de cabeza.

Ya voy —dijo Nakamura con tono seco.

La voz sonó a tos interrumpida. Tendría que preocuparse más por sus pulmones y utilizar alguna protección contra la contaminación. Odiaba las mascarillas, los purificadores de aire y los surtidores de oxígeno con toda su alma. Resultaban más molestos incluso que el casero fiel. Se levantó como pudo y se deshizo de la sábana con pesar.

Ya hacía calor suficiente para freír un huevo en el alfeizar de la ventana, pero el sudor pegado a su cuerpo lo mantenía fresco. Aun así encendió el ventilador con un movimiento automático. El sueño se apoderaba de su ser, tanto que no se dio cuenta de que el ventilador estaba desenchufado desde el día anterior y no se puso en marcha.

Nakamura caminó hacia la cocina arrastrando los pies, con varios mocos compitiendo por ser los primeros en asomar en esa mañana de lunes. Una carrera sin igual. Tosió varias veces sin molestarse en tapar la boca. Nunca había probado un cigarro, pero la tos sonaba como la de un fumador constante, de mínimo dos cajetillas diarias. La polución de Ciudad Gris seguía en aumento por más políticas anticontaminación que pusieran. Los enfermos pulmonares llenaban los pasillos del área de neumología, pero si no evolucionaba la mentalidad de las personas, no cambiaría nada.

Deberías ponerte la mascarilla con filtros.

Encendió la luz amarillenta de la cocina. Los armarios blancos con cristales de vidrio templado le dieron la bienvenida. También los restos de la pizza sin gluten en la caja de la Pizzería Piero sobre la isla central de granito. Una cocina muy moderna para un piso tan anticuado. Al menos esperaba que los anteriores inquilinos se hubieran librado de pagar las últimas cuotas de alquiler. La vitrocerámica último modelo, con tecnología asiática, incluso preguntaba qué tal había ido el día. Nakamura apenas la usaba, su alimentación se basaba en el menú de lugares que quedaban de camino, eso incluía cualquier kebab, pizzería o hamburguesería situada entre el edificio Bostak y la planta de reciclaje Reco Soluciones, su lugar de trabajo. Conocía bien todos los que había en su trayecto de ida y vuelta por las carreteras secundarias. No podía cruzar por el centro con su anticuado Toyota. Demasiadas emisiones nocivas, decían, como si solo su coche y los de su categoría fuesen los responsables directos de toda la contaminación de Ciudad Gris. ¿Una hora extra de conducción no emitía más gases?

Miró la pizza que tan apetecible le había parecido a las cuatro de la madrugada. Ahora el estómago protestaba con rugidos que pronto lo llevarían al baño a evacuar esa masa fermentada. Seguro que lo de sin gluten era solo una estrategia para llegar a más público. Nakamura lo sabía, pero se arriesgaba. El grado de intolerancia se lo permitía. Lo había descubierto cuando trabajaba en Il Parmigiano, el restaurante italiano más famoso de la ciudad, regentado por el bueno de Giussepe. La pizza le encantaba, de cualquier sabor siempre que las aceitunas permaneciesen lejos. Después venía el malestar. Todo era menos doloroso a los dieciocho que a los cuarenta y dos.

El estómago actual, no el del joven Nakamura, protestó una vez más obligándolo a volver del pasado. Estaba allí de pie en medio de la cocina, desnudo de cintura para abajo con el pene flácido apuntando al suelo. En cualquier momento entrarían Linda o Javier, los que tendían la ropa en la terraza, y se encontrarían con una buena vista de su trasero peludo. Ya estarían acostumbrados, la mayoría del tiempo Nakamura vivía solo en su cabeza, el mundo exterior le importaba muy poco.

Pic, pic, pic, pic. Cuatro seguía en la ventana, podía escuchar el incesante picoteo desde la cocina. Esa especie de pájaro recibía el nombre de Pica pica en algunos países. Picaba, sí, picaba bastante, sobre todo la comida que Nakamura le dejaba, desde las semillas de frutas y bayas hasta insectos que compraba en la tienda de animales. Cuatro comía cualquier cosa sin rechistar. Nada de intolerancias. Desde que había aparecido en la ventana a picotear los restos de un dürüm especial en una noche de verano, nunca más había dejado de asistir, fiel a su ritual picador. Conocía los horarios cambiantes de Nakamura, o eso creía él. Quizá también iba cuando no estaba en casa. No podía saberlo, a menos que colocara una cámara para vigilar a su mejor amiga, la más verdadera, Cuatro. Su curiosidad no llegaba a tanto, las labores detectivescas habían quedado en el pasado, ahora solo era un empleado más de Reco Soluciones, con su traje gris y arrugado, con rayas amarillas fluorescentes, bien brillantes. Para que la máquina no se confundiera con un residuo y el trabajador terminase en la empacadora o peor aún, en la trituradora.

Su pasado como detective privado estaba a salvo de sí mismo y sus impulsos, escondido en el local del centro que le había servido de despacho durante muchos años. Con las titulaciones que ya no servían de nada y los recuerdos bajo llave. Lejos. Todavía seguía pagando el alquiler con la excusa de que los robos en los suburbios iban cada vez a peor. Tenía algunos dispositivos muy valiosos y miles de documentos con información relevante. Algunos decían que era un detective de otros tiempos, negado a utilizar la tecnología más avanzada. El ordenador portátil, discos duros, las cámaras, grabadoras, pequeñas y grandes, agendas y bolígrafos. Bic, azules y negros. Sus preferidos. Transcribir los resultados de sus investigaciones y llegar a alguna conclusión se convertía en una obsesión. Era la parte que más le gustaba, cuando todo comenzaba a cuadrar. A menudo solía verlo antes de escribirlo. Las piezas del puzzle, con la información de los datos recopilados, encajaban en su mente. En realidad mantenía la esperanza de volver a su antigua vida y sentirse completo.

Tienes talento, Leo, un don innato, había dicho Giussepe, su jefe durante diez años en Il Parmigiano. Observación, paciencia, vincular elementos en apariencia desconectados. Entonces, tras escuchar esas mágicas palabras, Nakamura había decidido estudiar para ser el mejor detective privado de todo el país. Pero el talento se había apagado. Desaparecido sin dejar huella.

Pic, pic, pic, pic. Cogió el bol y puso una buena ración de semillas para Cuatro, ese día se estaba ganando la comida. Agarró también un trozo de pizza y una botella de agua mineral, algo habría que darle al estómago. Volvió a la habitación y cerró la puerta con la pierna. Ahora no le apetecía que nadie viese sus partes pudendas.

Ya voy.

Tenía que dejar de pensar tanto. No había hecho otra cosa esa mañana. Reflexionar estaba sobrevalorado, pero él seguía haciéndolo sin poder evitarlo. Miles de pensamientos atascaban la carretera principal del centro de su cerebro, como los coches en la realidad. Con prisa, queriendo llegar los primeros, descontrolados, a golpe de claxon cada día. Eso solo acentuaba su dolor somático de cabeza. Quizá debería ir a un médico privado, los que hacían todo tipo de pruebas, tantas como el bolsillo estuviera dispuesto a pagar. Resonancias, tomografías, escáner cerebral. Cuantas más mejor. 

Abrió la ventana.

¿Todavía sigues respirando? —le preguntó. La urraca extendió sus brillantes alas blancas y negras como respuesta y se giró indignada—. Vale, perdón, me has entendido mal. Me refiero a que si aún puedes respirar con la polución.

Cuatro se giró decidida y le picoteó en la mano. Su saludo habitual, sin palabras y aun así resultaba más cercana que muchas personas. Nakamura se imaginó una mascarilla para pájaros y sonrió, quedaría muy elegante en el pico grisáceo de Cuatro. Gris como la ciudad.

Me perdonas, bien por ti. He encontrado unos insectos nuevos. El de la tienda me ha dicho que llegan la semana que viene. Moscas del vino o algo así. ¿Sabes cuáles son? Hoy tendrás que conformarte con estas semillas de naranja.

Puso el bol en el alfeizar y dejó la ventana abierta mientras Cuatro daba picotazos ansiosos. Odiaba que la contaminación entrase al piso. El aire olía mal y el purificador, como muchas otras cosas, no funcionaba. Daba igual. Las ranuras entre el marco de la ventana, mal selladas, y el precario cristal tampoco eran el mejor aislamiento. 

Cuatro terminó con las semillas y se puso a picotear sus alas, seguro que allí habitaban unas cuantas pulgas. Hizo el amago de echarse a volar, pero lo pensó mejor y entró en la habitación. Saltó varias veces sobre las sábanas llenas de sudor, dejando la marca de sus pequeñas patitas sucias.

¡Oye!

Al fin, Nakamura se dio cuenta de que el ventilador no se había encendido. Se disponía a enchufarlo cuando la urraca se posó en su hombro. Perdió el equilibrio por unos segundos y le clavó las uñas largas. Después picoteó las mejillas de Nakamura. Despacio, no como en el cristal, por suerte para él, sobre todo. El pelaje brillaba en tonos irisados.

Se miraron durante unos segundos a los ojos, midiendo quién aguantaba más de los dos, Cuatro bajó primero la mirada de ojos negros y redondos hacia el suelo.

Cuatro, ¿qué ocurre?

Suponía que el pájaro quería decirle algo con sus gestos y acciones. Que Cuatro estaba con él por un motivo importante. Nada ocurría porque sí en Ciudad Gris. Ni tampoco en la mente del ex detective.

Unos golpes repetitivos en la puerta hicieron que el pájaro echase a volar. Le atizó con las brillantes alas en el rostro y se mantuvo en el aire unos segundos mirando a Nakamura. Una suerte de disculpa improvisada. Y se fue.

Los golpes en la puerta se repitieron. Sería el casero fiel, aunque rara vez se atrevía a llamar, más bien se resignaba a esperar que pagara la cuota a tiempo, para no sufrir su mal humor.










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