Hoy no traigo ni una reseña, ni recursos para escritores, ni recomendaciones, no. Hoy vengo a escribir sobre la antropología (social y cultural) y la escritura. Escribiendo sobre la escritura, vaya, vaya. Contaré de manera sucinta cómo la antropología me ayuda en mi versión literaria (y en la vida en general)
La antropología y yo tenemos una relación que nació mucho antes de conocerla. Dirás tú, ¿cómo puedes tener una relación antes de? Sencillamente, ya era antropóloga, sin saberlo, antropóloga de corazón, como diría el otro. Mis gafas antropológicas estaban ahí puestas incluso antes de saber qué son y para qué sirven.
El día que descubrí que existía un nombre para llamar a mi manera particular de observar el mundo, me alegré mucho: Antropología social y cultural. El estudio del ser humano.
Algunos reducen (mal reducido, en mi opinión) la antropología al estudio de las culturas (normalmente las exóticas o extintas) como si la cultura fuese lo único que se puede sacar en claro del ser humano. Por supuesto, es una parte fundamental y muy importante de la construcción intrínseca de cualquier sociedad, "moderna" o "antigua". Pero la antropología otorga una capacidad de observación y análisis impropia de otras ciencias sociales. Gracias a su método sobre todo. La manera de estudiar de la antropología requiere profundidad en el análisis, quizá no se obtienen grandes resultados de una investigación antropológica, pues es muy complejo llegar a una conclusión cuando tu grupo u objeto de estudio se ve reducido en pos de la calidad en vez de la cantidad (como haría la sociología). Esa profundidad en el análisis y la observación, dota al antropólogo de esas gafas (metafóricas) que mencionaba antes. Las realidades aparecen difusas y todo se vuelve cuestionable.
Perdón por el rollo. ¿Qué tiene que ver con la escritura? ¡Todo! De hecho, parte del método antropológico requiere de la escritura. Desde el inicio de la investigación, el diario de campo acompaña al aguerrido antropólogo sea cual sea la investigación que emprenda, "tradicional" estudiando alguna comunidad, grupo social o tribu en particular, así como investigaciones más "modernas" en el campo digital o de las redes sociales.
Véanse y repárese en las comillas en tradicional y moderno. Las definiciones de ambos términos no me resultan demasiado satisfactorias.
Tomar anotaciones que después ayudarán en la redacción (otra vez escribiendo) del trabajo, las conclusiones o la etnografía es lo más común en los y las antropólogos de bien. Cuando se desarrolla una capacidad de análisis tal, la vida nunca vuelve a presentarse ante los ojos de la misma manera. Todo cambia. Todo se cuestiona. Se tambalean los cimientos de aquellos hechos que creías intocables. Y eso repercute al escribir ficción.
¿Qué es escribir una novela al fin y al cabo? Investigar y trabajar sobre ella, analizar una trama, la estructura, los personajes... Es una investigación encubierta de ficción. Hacerse las preguntas necesarias es fundamental para construir algo, en este caso, una nueva idea que prospere y llegue a buen puerto. ¿Y cómo hacerse las preguntas necesarias? No hay una clave fija que pueda ayudar a todo el mundo, ya que la antropología necesita de la reflexión como el niño recién nacido de sus progenitores. Reflexionar es clave. Pensar. Darle vueltas. Rumiar hasta llegar a la conclusión oportuna. Tanto en la investigación antropológica como en la literaria.
Eso no es algo que se pueda aprender como tal, a mí entender. Hoy en día, la mayoría de jóvenes y no tan jóvenes estudiantes salen del instituto o la universidad repitiendo cuales loros lo que han aprendido. Maravillosos poderes memorísticos les acompañan, y también una gran capacidad de obedecer órdenes (no siempre). Haz esto, haz lo otro, y lo hacen. Pero ¡ah! Si le dices que inventen algo, o si los dejas solos ya no saben qué hacer. No tienen recursos, la imaginación se agota. Están hartos de hacer trabajos cortando y pegando de otros trabajos sin que se note. No han pensado nada, solo han escuchado y replicado (a veces ni eso) Esto nos aporta una sociedad de personas preparadas académicamente con su título bajo el brazo, pero no mentalmente para el mundo que les espera más allá de las aulas.
De nuevo, ¿qué tiene que ver eso con la escritura? Pues que la reflexión sobre la historia que estás escribiendo te lleva a lugares inexplorados, no a escribir algo novedoso que nadie haya escrito (pienso que eso es imposible) pero sí a llegar a una profundidad en la trama y estructura que luego repercute en la novela final.
El mero hecho de que la antropología tenga en la escritura una de sus mayores herramientas, ya es de por sí beneficioso para mí, pues a escribir se aprende escribiendo (y leyendo). La observación en el día a día me hace incorporar elementos cotidianos a las historias que escribo, haciéndolas más ricas y significativas. Probablemente no escribiré el bestseller del año 2022, ni del 2023, ni del 2050, porque eso ya es una cuestión de suerte y mercado, pero lo que está claro es que la antropología beneficia y mucho en cualquier ámbito. Y eso es así.
Si has leído hasta aquí ¡muchas gracias! 🌹
Muchas felicidades, Mónika. Soy antropóloga social y opino lo mismo que tú. Ya he compartido tu artículo.
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