Hoy, mientras mi cerebro divagaba con tal de no ponerse a escribir, se me ocurrió esta reflexión. Va en consonancia con un vídeo que quiero grabar (en el futuro próximo o quizás no tan próximo) sobre mi vida como escritora. En ese vídeo (del cual también estaba escribiendo un guion, por cierto) quisiera hablar sobre mi experiencia en el mundo de la literatura y más concretamente, sobre el oficio de escritor. Sí, oficio, así como aquellos antiguos le llamaban a los trabajos. ¿Acaso no suena mucho más poético? Suena rústico, artesanal... Una maravilla.
El caso es que para divagar a gusto no puedo dejar de preguntarme eso de ¿puedo considerarme escritora? ¿con qué derecho? Como he escrito, corregido, editado, maquetado y publicado varios libros, ¿ya puedo denominarse así? Da igual. Quisiera avanzar y desenredar este lío que es mi cerebro en estos momentos (con respecto a la escritura) Tal vez si ordeno mi mente pueda volver a lo importante: escribir.
Siento que ya he escrito algo similar a esta reflexión en algún lado. Lo buscaré. La vida es cíclica. Sin duda. Escribir no es tan sencillo.
Respondiendo a la pregunta del título de esta entrada: SÍ. Tiene tantos matices que no sé si alguien terminará de leer este testamento, pero al menos me servirá para un desahogo de esos que casi es interior y sale en forma de palabras (como no podía ser de otro modo, ¿o es que no somos escritores?)
Llevo un año un poco extraño y a aquella Mónica de enero y sus asuntos de escritura, tan optimista, le diría unas cuantas cosas... Resulta que míster cerebro (algunos ya lo conoceréis de sus anteriores intervenciones) rehúye un poco de la tarea titánica de regresar a la novela que estábamos escribiendo. Pero Mónica, me dirá, es que ha pasado el tiempo y ya no recuerdo qué tenía que escribir. Si queréis un consejo valioso de escritura (que nadie me ha pedido): no dejéis los proyectos a medias. Si es que tenéis ocasión.
Alejarte de esa emoción del principio te desconecta de la historia. Puede que sea ese el motivo por el que tus personajes se han quedado congelados en el tiempo, no se mueven, no hacen nada. [Crisis creativa, bloqueo del escritor]
La emoción del principio es fascinante, la búsqueda de ideas, la estructuración, hacer una escaleta y en definitiva poner la imaginación a trabajar para sacar esas ideas primigenias. Ponerse a teclear después también es divertido (al menos lo es si te gusta escribir). Hasta que llega un momento en el que por X o por B sufres algún atasco o la vida (casi siempre) te dice: un momento, bonita, no tan rauda.
Hay una historia que quiere ser contada y que se me está resistiendo desde hace demasiado tiempo. Probé a dejarla aparcada mientras escribía otra (Ciudad Gris) y funcionó, salvo que cuando quise retomar había perdido el hilo. Y amigos... Perder el hilo de una novela que está por ser escrita es de lo peor que te puede ocurrir como escritor. Dejado atrás el entusiasmo inicial, volver a conectar con esos personajes que ahora parecen simples extraños es una odisea. Imagino que habrá escritores o escritoras que me dirán que no es para tanto, que soy una exagerada o que tengo que ponerme a trabajar en mis escritos. Toda la razón. Pero mi caballo de batalla es mi cerebro pendenciero.
No es la primera vez que me ocurre, (en anteriores episodios: crisis creativa) pero quizás en esta ocasión soy más consciente que nunca (una que se hace vieja) Y de pronto la lluvia de excusas para no escribir se convierte en un auténtico mar. Me diréis tranquila, estamos en agosto, vacaciones, bla, bla, bla... Y justo por eso tengo que luchar más que nunca contra mí misma y mi dispersión. Es que cuando le digo a mi cerebro aquello de: oye, ahora que tenemos un tiempecito, ¿por qué no nos ponemos a escribir y así terminamos el borrador aunque sea?
Cerebro hace la croqueta y se aleja con disimulo, a su paso deja un reguero de planes mejores que escribir: graba vídeos, edítalos que te gusta, ¿no te parece que escribes géneros muy distintos? ¿no sería mejor que te creases un pseudónimo para cada uno de esos géneros? Uy, mira esa habitación de ahí, necesita una limpieza... BASTA.
Es agotador. Por mucho que utilicé el método del copo de nieve para hacer la escaleta de la novela según iba avanzando cambié varias cosas, lo cual hace que retomar la escritura sea todavía más complicado. Hubo un momento en el que creía que ya podía volver a la historia, cuando leí lo que ya había escrito y empezaba a conectar de nuevo, pero no. No es tan sencillo.
Tengo un reloj que me avisa cuando llevo demasiado tiempo sin moverme, ojalá tuviera otro que me avisara cuánto tiempo he perdido viendo tonterías en vez de escribir, por ejemplo.
Recuerdo que en febrero de este año me impuse un reto de escritura. Consistía en escribir un poco cada día durante 21 días (esos que dicen que hacen falta para adquirir un hábito) y la verdad me sirvió mucho en aquel momento. ¿Qué pasó después? Pues estaba estudiando para el teórico del carnet de conducir y esa fue la mejor excusa para empezar una nueva etapa de anotaciones en la agenda del tipo "hice de todo menos escribir". Luego llegaron unos meses convulsos en lo personal (eso sí que no fueron excusas de míster cerebro) y aquí estamos, a 20 de agosto como quien no quiere la cosa. Con una sensación de lentitud pero de rapidez al mirar atrás.
Lo que le asusta a mi yo escritor es que sabe que debo reescribir el prólogo para que tenga consonancia con las nuevas ideas que surgieron... Eso ya supone un esfuerzo que parece ser no estoy dispuesta a asumir así como así. Aunque me ponga metas no suelo cumplirlas a menos que tenga unos plazos marcados. Pero nadie te espolea en la creación literaria a menos que una editorial te encargue un libro o similar. Has de ser constante por y para ti mismo.
Volviendo a la pregunta del título: Sí, es difícil escribir una novela y no solo por cuestiones de estilo literarias o creativas, que también. Para mí tiene mucho que ver con la manera de ser de cada escritor o escritora. Y si eres una persona dispersa y encima te gustan muchas cosas distintas, y además nadie te "obliga" a escribir, todavía es peor. No hay un contrato que te diga que tienes que terminar mañana o el mes que viene, pero demonios, ¡quieres poner punto final a esa historia!
Ayer en Instagram alguien preguntaba: ¿por qué escribes? Y respondí: escribo porque las historias acuden a mí y no puedo dejar de escucharlas. Así es. Hoy acabo de ver un tweet que preguntaba algo similar y alguien respondía: (escribir) es como tirarse en paracaídas sin él, que de repente te crezcan alas y eches a volar, perdiéndote entre las nubes de tu imaginación. Bellísimo, poético y la pura verdad.
Ojalá pudiera ser de otra manera. Simplemente, sentarme a escribir sin pensar en nada más que en disfrutar de ese momento, pero entonces no sería yo, sería otra persona. Sé que un día lograré poner fin a esa historia y el mundo la conocerá y entonces recordaré esta disertación que me sirvió de guía para enderezarme en el camino, y me sonreiré: lo lograste.
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