Cute Black Pencil Día 66 de 365: En busca del narrador perdido

Día 66 de 365: En busca del narrador perdido

Hace unos días reflexionaba por aquí  si acaso me estaba obligando a escribir algo que no me apetecía, o algo que me había parecido una estupenda idea y ya no lo era tanto. Después de pensarlo un poco bastante, me di cuenta de que el problema tal vez era más profundo. Odiaba al narrador de la novela que intento escribir, lo odiaba porque estaba todo el tiempo diciéndome cómo se sentía la protagonista, el personaje principal. A veces creo que no sé escribir de otra forma que no sea como narrador omnisciente, ya sabéis, ese que todo lo puede, el dios de la escritura. Pero aborrezco cada día que pasa a ese narrador sabelotodo. 

Por lo que me he puesto a estudiar y analizar, libros escritos en castellano, clásicos y modernos, manuales de escritura creativa que tengo por casa, todo para llegar a la búsqueda del narrador perdido. ¿Quién soy? ¿Soy la escritora o soy el narrador? 

No es un asunto de posesión fantasmal: el escritor escoge un intermediario y se esconde tras él. El escritor es el dios de la historia, el creador, pero el narrador es nuestro lazarillo. A medida que avanzamos, vamos siguiendo ciegamente esa voz que ya reconoceremos en cualquier rincón del cuento o la novela. El placer de escribir, 2. El ojo de la historia: el narrador.

El narrador testigo (tercera persona) o protagonista (primera persona) no me molesta tanto, una vez decido cuál va a ser, suele funcionar. Mi problema llega al seleccionar el narrador testigo, es decir, la voz en tercera persona. Este narrador tiene varias maneras de comportarse, a grandes rasgos: 

Narrador omnisciente y narrador cuasi omnisciente. El omnisciente está presente todo el tiempo, conoce tanto las circunstancias pasadas como las futuras, puede dar pistas al lector de por donde va la trama antes incluso de que el personaje sepa qué está ocurriendo, sabe y conoce los pensamientos más íntimos de todos y cada uno de los personajes, qué los mueve, a dónde van, de donde vienen... Y este narrador ha terminado por aburrirme. Al ser una lectora apasionada detecto los tipos de narrador usados por el escritor casi de forma instantánea, y en la mayoría de los libros que leo aparece el omnisciente, siempre juzgando, relevando lo que piensa el personaje y llenando la historia de detalles que podrían ir descubriéndose según avanza la trama. Pero no, el dios todopoderoso quiere estar en todas partes. y puede hacerlo, es correcto. 

Lo que más me molesta es que al conocer los sentimientos de los personajes, los muestra, y a veces los hechos ya hablan por sí solos, es redundante. Me gusta que me dejen pensar cuando leo y no que me den todo masticado (hablo más bien de que el narrador te guíe contándote cómo se sienten los personajes) ¿Por qué no puedo pensar cómo le ha sentado tal acción a fulanito, que tiene que venir el narrador a decir que se sintió mal? 😠

En algunos casos el narrador omnisciente está tan bien utilizado que esos detalles no se notan, pero cuando estás escribiendo y empiezas a verlo por todas partes dando su opinión sin que nadie se la pida, es desesperante. Para eso incluso preferiría escribir en primera persona, al menos tendría sentido que el personaje que narra cuente cómo se encuentra. 

Usar el otro tipo de narrador, el cuasi omnisciente (también llamado narrador-cámara), es difícil. Se compara a menudo con una cámara de cine, solo muestra lo que ocurre. Por supuesto, puede conocer detalles como el físico del personaje porque lo está viendo, pero él desaparece de la escena, no opina, no juzga y tampoco sabe qué va a ocurrir. Los personajes se muestran gracias a los diálogos, sobre todo, y el resto queda en manos del lector. 

El narrador omnisciente, aunque es utiizado por muchos autores, puede resultar inverosímil y artificioso. El placer de escribir, 3. El ojo de la cerradura: el narrdor (II)

Está claro que decidirse por uno o por otro ha de ser una decisión en firme y meditada. Mezclar los dos no es muy recomendable, aunque se hace (el narrador mestizo)

Hay muchos más tipos de narradores, tantos como la imaginación del escritor quiera. Sigo buscando el mío, que sea más bien tímido y que no asome demasiado la pata. Por favor.

Aprendiendo de los maestros

 

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