Queridos lectores de este diario caótico a ratos, excelso (los menos) a otros: ya estamos en mayo, por increíble que parezca, cada vez más cerca del ecuador del año en curso. Como contaba en esta entrada con gran detalle (Escribiendo otra novela) estoy intentando terminar una historia para presentarme al Premio Literario Amazon. El plazo ya está abierto (del 1 de mayo al 31 de agosto).
Empecé a escribir este libro a mediados de marzo y en abril decidí tomármelo "en serio". Escribir un poco (o intentarlo al menos) cada día. No ha ido mal, he podido construir un buen hábito, el de sentarme ante el ordenador y la temida página en blanco casi todos los días. El "casi" no es aleatorio, no he podido escribir en algunos momentos (diría que por falta de tiempo, pero quizás no es del todo cierto) Siguiendo el método del maestro Brandon Sanderson, creé una hoja de cálculo en donde llevar la cuenta del tiempo y las palabras escritas cada día:
Contar las palabras es mi forma de saber el rendimiento que alcanzo con cada sesión. Cuánto soy capaz de escribir "del tirón". Cada día es distinto, en el mismo tiempo puedo escribir más o menos. No importa la cantidad de palabras, sino las sensaciones con las que uno sale de la sesión: contento, enfadado, con ganas de seguir escribiendo (la más óptima, sin duda)
Este mes de la escritura empezaba con el documento ya avanzado, unas 10.000 palabras. Para quién no sepa de conteo de palabras y maquetaciones, diré que, más o menos, en un tamaño de libro "estándar" (6x9") y unos márgenes también típicos, serían unos cuatro capítulos (de 2.500 palabras aproximadamente) 50 páginas de libro. Ahora estoy en 188 páginas.
Tuve muchos altibajos y no pude escribir grandes cantidades de palabras en más de dos días seguidos. Aun así, tengo una buena sensación, no solo porque conseguí avanzar (lo más importante para mí) sino porque hilé la trama prácticamente hasta el final. Con enredo incluido a mitad de mes.
No comparto esto con la intención de presumir de ningún modo de la velocidad de escritura o el número de palabras escritas cada día. Es más un breve resumen de lo que fue el mes, también con respecto al ánimo. Algo que no se suele tener en cuenta. Escribir no es solo teclear, sino tener la disposición de hacerlo, o más complejo aún: querer hacerlo. Ver la meta lejana no ayuda mucho a mentes impacientes como la mía. Por eso estas reflexiones me sirven mucho, en especial, para no perder el ritmo y poder alcanzar mis objetivos.
Lo que empezó siendo un guion difuso (ni siquiera podría llamarle escaleta como tal) se ha convertido en una historia enredada de la que podré sacar una segunda parte e incluso una precuela. Una historia que pone el énfasis en los personajes y también en lo que sucede a su alrededor. Una trama que ya incluye objetos extraños:
El paraboloide emitía una frecuencia modulada constante. Inaudible para el oído humano. Un mensaje que aún no había sido descifrado. Los perros empezaron a aullar en cuanto el objeto salió de la caja de protección.
Como siempre (viniendo de mí no es nada extraño) las ideas surgen y se alborotan al contacto de mis dedos sobre las teclas, viven, resucitan y nacen, al mismo tiempo. Un caos que en su absoluto desorden encuentra la paz. Crear historias es fascinante, aunque dicen que todo está inventado, ciertamente, al final no somos más que retazos de lo que vemos, escuchamos y vivimos día a día, pero no por eso deja de ser una maravilla.
Espero que mayo sea igual de fructífero y consiga terminar el primer borrador. Después llegará el segundo y el tercero, la primera corrección, la segunda, la tercera..., maquetación, lanzamiento. En fin, todo saldrá bien. ¡Nos leemos en la próxima página del cuaderno! En la que espero decir aquello de: terminé la novela.
—¿Todavía sigues respirando? —le preguntó a Cuatro. La pega extendió sus brillantes alas blancas y negras como toda respuesta y se giró indignada—. Vale, perdón, me has entendido mal. Me refiero a que si aún puedes respirar con toda esta polución.
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